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10 de diciembre de 2013

Comentarios al viento

 
    El tipo me había estado rompiendo las bolas. No era nada puntual, sino genérico. Esa molestia constante del que no te dice las cosas a la cara, sino que suelta quejas al viento, indirectas, como para que vos no le puedas responder sin quedar como un loco. Viste, como esos jugadores de fútbol que te dan pataditas disimuladas, te tocan el culo, te susurran cosas de tu vieja al oído, hasta que al final te hinchan tanto las pelotas que terminás por pegarles una piña y te expulsan a vos, ¿me seguís?
    Este es así, un tocapelotas profesional. A la hora de comer, por ejemplo, abrí el tupper que traía y salió la baranda a pescado. Está bien, lo reconozco, quizás estaba un poco fuerte, pero el tipo no vino a decirme: “Che, eso huele un poco fuerte”, sino que esperó unos segundos a que yo empezara a comer y entonces soltó, a nadie en particular: “Me parece que mañana me voy a traer un barbijo y una pajita para comer”, como diciendo que el olor de mi comida no lo dejaba morfar en paz, pero sin decirlo. ¿Me entendés a lo que voy? Y así todo el rato, con todas las cosas. Una máquina de quejarse sin mirarte a los ojos.
    La otra tarde, ahí lo tenés, la otra tarde. Estábamos todos los de contabilidad cerrando las cuentas del mes a las carreras, para que no se nos junte con lo de fin de año. Llevábamos como dos horas de más (horas extra que no nos va a pagar nadie) y todavía nos quedaba un rato. Y entonces va Randazzi y se prende un pucho: está bien, viste, en la oficina no se puede fumar, pero estábamos ahí a full, tratando de terminar rápido para poder ir a descansar un poco después de un día a todo gas, así que ninguno le dijo nada. Bueno, no, ninguno no, porque el otro tarado va y dice desde la esquina opuesta del despacho, mirando para la pantalla de su máquina, como si no hablara con nosotros: “¡Qué raro! No sabía que habían permitido fumar de nuevo en el trabajo”. ¿Te das cuenta? A mí tampoco me gusta que me fumen al lado, pero era un caso muy puntual, o sea. Hay que ser un poco tolerante, el pobre Randazzi no había parado ni para mear, ¿qué te cuesta dejarlo que se fume un pucho y mate la ansiedad? Y si te molesta, porque puede que te moleste, viste, que te dé alergia o algo así, lo correcto es ir y decirle a Randazzi: “Perdoná, flaco, pero yo también estoy haciendo horas extras y a mí me molesta el humo”, e incluso quedás como un señor. Pero no, viste, el comentario fastidioso, el dicho al pasar, la cosa dicha pero no dicha.
    O la de Samantha, esa es buenísima. Resulta que la mina anda con problemas: se peleó con el novio-marido (ahora no me acuerdo si se había casado o no), no se habla con los padres y no sé qué más quilombos. Y parece que tiene una nena y está con todo el tema de la custodia, viste, que si vos los lunes, que si yo los martes, que si los abogados, que si conciliación. Bueno, la cuestión es que desde hace unos meses, cada dos por tres la Samantha llega tarde porque viene del juzgado, o se va antes porque tiene que ir a buscar a la piba. Y el retrasado este (porque no se lo puede llamar de otra manera, al retrasado este) no va y dice, así, en voz alta, un día que Samantha se iba temprano: “Tendría que plantearle a mi mujer que nos divorciáramos; así tendríamos más tiempo para pasarlo juntos”. ¿La cazás? ¿Cómo se puede ser tan hijo de puta, tan insensible? Como si Samantha tuviera una vida tumultuosa a propósito, solamente para salir más temprano del laburo, ¿te das cuenta?
    Así que llegó un punto que me calentó, viste, y le tenía que decir algo. Pero claro, ¿cómo le decís algo a un tipo que nunca va de frente? ¿Cómo te enfrentás a un cagón sin que parezca que lo estás patoteando mal? Tenía que hacer algo pero, ¿qué?
    Resulta que el tipo se mandó otra de las suyas. Yo había impreso una planilla, pero resulta que, cuando la voy a sacar de la impresora, me avivo de que me había olvidado actualizar dos datos, así que no servía para nada. Del calentón que tenía, agarré la hoja tal como salía de la máquina y la hice un bollo. Y entonces salta este pelotudo: “¡Uy! ¿Ya se llenó la bandeja de papel para reciclar?”, como queriendo insinuar que no tendría que haber hecho un bollo, sino que tendría que haber puesto la planilla boca abajo en la pila de papel para reciclar. Bueno, no sabés: con la calentura que tenía, casi voy hasta ahí y lo cago a trompadas. Pero me serené, viste, apreté bien el papel en el puño y caminé despacio hasta su escritorio. De pronto, toda la oficina nos miraba; pero yo como si no me enterara, fui y le dije: “Escuchame, vos. Te voy a explicar una cosa”.
    Claro, el tipo no se lo esperaba, así que levantó la vista y muy serio, pero con algo de cagazo (se le notaba, aunque quería hacerse el guapo, se le notaba), se hizo el pelotudo: “¿Qué pasa, qué cosa?”. Y ahí me jodió, porque si lo mandaba a la mierda todavía quedaba yo como el loco de la puteada; y si lo reventaba a piñas (que era lo que en realidad quería) me iban a echar ipso facto. Pero el tipo tampoco se sintió tan amenazado como para disculparse y terminar el asunto ahí. Si me hubiera dicho: “Perdoná, tranquilo, era una broma” yo estaba obligado a perdonarle la vida. Pero como se me hizo el pelotudo, viste, yo no sabía realmente qué decirle. Y todos nos estaban mirando, faltaba la música de suspenso, nomás. Así que seguí como venía: “Te voy a explicar una cosa… Sí, te voy a explicar una cosa”, insistí, y saqué los dos puños como si lo fuera a boxear, uno adelante y el otro atrás. “Te lo voy a explicar: el fuera de juego se produce cuando, en el momento en que parte un pase hacia adelante ‒dije moviendo el puño más retrasado‒, el destinatario del pase ‒y moví el puño más extendido‒ tiene menos de dos jugadores rivales entre él y la línea de gol, y cuando el balón llega hasta él manifiesta intención de participar en la jugada, ¿te quedó clarito?”.
    La mayoría se quedó preguntándose que qué me pasaba; unos tres o cuatro se cagaron de risa y el resto vio que no iba a haber piñas y se volvió a sus asuntos. Pero el tipo este, te juro, se quedó helado. Debió de pensar que yo estaba loco o algo así, tipo loco peligroso, porque desde entonces se cuida de que yo no esté en la habitación para soltar sus comentarios al viento.

1 comentario:

adri dijo...

Lo he leído ahora y es EXCELENTE!!! Siempre haciendo vivir cada palabra...felicidades!!!