© Todos los derechos reservados.

17 de julio de 2011

Esto no es sobreesdrújula


Aritmética, originalmente cargada por My Buffo.

Un hombre levanta una cartulina, la enseña a un auditorio y pregunta: «¿Cuántas letras tiene esto?».

En la cartulina se lee: sobreesdrújula.

Los miembros del auditorio cuentan mentalmente. Unos se ayudan con los dedos. Algunos creen que la respuesta correcta es «catorce». El listo que todo lo sabe y que nunca falta murmura: «Sobra una e»; aunque se equivoca, como casi siempre.
Otro duda acerca de si la tilde computa como una letra o no.
Y una minoría considera que se trata de una pregunta trampa, porque las letras duplicadas (s, r, e, u) cuentan como una sola letra y, por tanto, el total es «diez».

«Tiempo», dice el hombre de la cartulina. «¿Y bien?», pregunta al auditorio.

Después de unos segundos de embarazoso silencio, el auditorio balbucea confusamente un polifónico y casi unánime catorce, mezclado con un par de trece, un quince, tres o cuatro diez y algunas toses incómodas.

Al fondo se levanta un tipejo desgarbado que insinúa con firmeza: «Cuatro». El auditorio ríe. Un anónimo especula entre las carcajadas: «Te falta un uno». El hombre de la cartulina, en cambio, se lo queda mirando con odio.

«Esto tiene cuatro letras», amplía el tipejo, y se va sin esperar respuesta.

Moraleja. Ahora mismo el lector se estará preguntando cuál es el sentido de la anécdota. Es difícil de decir. Como mucho, se puede afirmar que el sentido de esto es de izquierda a derecha.

12 de julio de 2011

Lógica futbolística

El armador recibe de espaldas. Pisa la pelota, intenta girar mientras levanta la cabeza y busca a un compañero. Lo enciman dos rivales. El jugador hace rodar la pelota bajo su suela. Amaga para un lado, amaga para el otro, amaga un pase. Se detiene, extiende un brazo para alejar al defensor, agacha la cabeza para comprender la maraña de piernas que tiene delante. Llegan otros dos rivales para presionarlo. Gira y se pone otra vez de espaldas. Persiste pisando la pelota y estudiando de reojo dónde están sus compañeros. Finalmente, la pierde.
* * *
Contraataque. El central sale rápido y mete un pelotazo al centro del campo, donde recibe otra vez el enganche que para la pelota, levanta la cabeza y estudia las posibilidades. Le pican por las bandas dos compañeros. Amaga hacia uno, amaga hacia al otro, se acomoda para la zurda. Lo enciman dos rivales que regresan desesperadamente a cubrir los huecos. El armador agacha la cabeza, simula que va a trasladar y se acomoda para la diestra. La pisa. Viene otro rival de atrás y le roba la pelota.
* * *
Por enésima vez, sus compañeros confían en él. Le dan la pelota en el círculo central y se abren, se mueven, se muestran. El armador engancha hacia atrás y se saca a un rival de encima. Avanza hacia un lateral y se detiene junto a la banda. Espera la marca de un contrincante y engancha hacia el centro. Elude a uno, elude a dos, encara en diagonal hacia el arco. Se frena, levanta la cabeza. Lo enciman otra vez dos contrarios. Pisa la pelota, amaga un enganche hacia fuera y la acomoda hacia adentro. Simula un disparo al arco y continúa trasladando. Se frena y engancha hacia el otro lado. Primero intenta un pase en cortada, pero no ve el hueco; después prueba con el desborde, pero está muy marcado. La tira muy larga, llega con lo justo, pisa la pelota contra la raya de fondo, pero se la roban.
* * *
Al finalizar el partido, el relator describe que el armador no estuvo veloz con los pases, que demoró mucho, que se entretuvo demasiado con la pelota y no la soltó con la rapidez requerida. El comentarista diagnostica que el armador pasa por un mal momento. «¿Por qué lo dice?», pregunta el relator. «Sencillo: los buenos momentos pasan rápido.»